29 de mayo de 2007

Variación a lo divino



















Adiós, amada, nieve de mis días:
fúndese el tiempo, núblanse los ojos,
y al fin estamos solos, juntos solos,
fundidos en mirarnos, oh justicia;

adiós, que el tiempo suficiente ardió
y el ojo por demás al sol cayó:
si nada somos siendo pies en polvo,
a qué quemar el cielo con despojos;

que nada diga el tiempo de lo nuestro:
a soñar con el olvido me entrego,
rehén de un sueño por ríos fundido;

adiós, amada, nieve de mis días:
del mundo el eco nos queda al hundirnos,
albas almas privadas de sí mismas.





Adiós, amada, nieve de mis días,
que el tiempo en un instante nos arrasa
cual fruto que una suave mano arranca
por simple sed de jugos y semillas;

partimos, carne al polvo,
a extremos de nosotros, que el invierno
de los días nos nubla y no entendemos
por qué el fruto hacia la raíz se arrastra;

pesa la nieve y coquetea el viento
con nuestra muerte: pero en los extremos
del mundo sigues en mí palpitando;

adiós, que el soplo de Dios nos aúna:
la nieve no es sino el crisol que muda
los cuerpos que en morir se están amando.



f a n t e

1 comentario:

Nigredo dijo...

De elegir me quedo con el segundo, más clásico quizás, pero más concentrado y apretado, desde el comienzo hasta el final.

E.O.