Aquí,
donde ningún animal ya me reconoce,
ni flor
ni piedra alguna,
y acaso ya nadie me reclama,
mientras regreso ¿a dónde?
de repente, dos palomas
se sostienen en mis ojos
y se posan mientras pican
los restos florecidos
de los vanos,
justo en el quicio que separa,
en lo alto verdecido
de la loma,
Providencia y
Esperanza.
donde ningún animal ya me reconoce,
ni flor
ni piedra alguna,
y acaso ya nadie me reclama,
mientras regreso ¿a dónde?
de repente, dos palomas
se sostienen en mis ojos
y se posan mientras pican
los restos florecidos
de los vanos,
justo en el quicio que separa,
en lo alto verdecido
de la loma,
Providencia y
Esperanza.
2 comentarios:
Me declaro atónito por el cambio de estilo. Por la pluma del ave que se agita y relaja al emprender el vuelo.
Me llevó tu poema a la serenidad de la Butte-aux-Cailles y me trajo a la mente calles y días de París... Un abrazo muy fuerte desde el otro lado del Atlántico.
José Luis
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