28 de marzo de 2009

Revista Nigredo: Un link...

Revista Nigredo: Un link...

Un link...

Acabo de subir mi memoria sobre Gilberto Owen.
Al menos una noticia en este blog algo abandonado...

Fante

http://fantebusca.blogspot.com/

2 de mayo de 2008

Reverdecer

























Medir el tiempo,
tras el invierno, por el reverdecer,
como si nuestra carne
quisiera abrirse al fin
desde su intacto párpado
de tierra,
un cruce vegetal de agua y de luz,
cabello, densidad de creciente
cutícula,
luciendo sus estambres
desplegados,
a un ritmo más feroz
que la memoria.

Observamos,
con los ojos atentos
como insectos,
la nomúsica incógnita
del caos,
volúmenes de claridad
que ya nada nos dicen,
leerlos desde el barro
con los dedos alzados
de una muerte antiquísima,
desde el entero rostro
de ese predecesor
que respira en el magma del lenguaje,
y así asentar la vida
en su armónico enigma,
como hace el bosque
con las ruinas del viejo cobertizo:
hallazgo
resurrecto de otra época
cubriéndose de vida
resonante a los vientos de abril.

Tal vez, definitivamente
aproximarse
a los brotes de arce,
muy despacio,
velar su expuesta
indefensión,
hablarles sin saber
que nada
nos escucha,
este aliento tan sólo
y el temblar,
mi cuerpo de reciénnacidos árboles,
un nexo de organismos
amigados
en la médula
inerme del carbono,
respirando del mismo fragor
que ha de darnos la altura y la caída,

la pasión circular de líquido
y madera,

las palabras, exánimes
de tanto levantarse hacia lo alto,
como hijas consumidas por el frío,

los arces, las palabras,

su sonido o grafema
silenciado,

el aire que los salva y los abate,

en su círculo solo.

Medir la vida
por el reverdecer.

Brotes no ajenos a mi cuerpo,
cuerpo brote de mí,

sobrevivimos juntos

a otro rígido abrazo
de la nieve.

Azul














A Li He


Preguntamos, de nuevo, al azul,
al estallido blanco de sus ramas,
a sus súbitas o inesperadas dilaciones.
Formas que a un tiempo
delirio y claridad acariciaran.
Mas no alcanza la vista
a libar el vuelo del ave, que nieva
de primavera lo verde.
Acaso el color
coseche su luz también en el tiempo,
y sólo un cuenco vacío de jade
pueda al fin recibir, disponible,
todo el rocío del cielo.


12 de abril de 2008

Hudson River, de (casi) despedida




















Otra época resplandeciendo nos deshabita
pues no podríamos ser con la naturaleza
hasta su fondo,
acompañarla allí en su inmarcesible
soledad, que ha amasado también nuestros reflejos
y ahora oscilan
sobre el río de aguas casi calmas,
mientras en Kruger Island, más allá,
un temblor de raíles, el estruendo del tren
cruzando el valle,
dando caza al silencio como a un ciervo
humillado.
No, no se repetirá nuestro perfil
ondulando sobre el cristal verdoso
en corrientes de instantes que no habrán
de flotar.
La parvedad del mundo
sobre la piel, del tiempo
en nuestros cuerpos adensándose
como otra sangre que nos deja acaso
tan sólo un color leve de presencia,
una huella animal,
un cobertizo en la mitad del bosque,
una viga comida por el verdín ya pálido,
el cadáver de pájaro que vimos,
la madriguera que une lo oscuro con el día
y multiplica el daño,
el vértigo constante de ser tacto fungible,
ojos desnudos sobre el tronco al arder repetido
de los robles,
este ciclo solar así ignorándose,
cóncava inundación, el río, de la luz.
Mas no hay que errar: aquietados contornos
sólo ahora
en lo real que quiebra la clausura del verbo
y une palabra y yema a la dulce explosión
del verde retenido,
pues sobre el Hudson, un año más la misma
sospecha de florecer,
el mismo canto húmedo
de sepultas edades,
una escena salvaje
que nos hilara al cuerpo
coronas de narcisos
ebrios aún de muerte demorada,
contornos sobre el río
que antes de ser óleo y acero
allá abajo en Manhattan
nos tiene y alborota
al capricho voraz de su caudal,
decir entonces: contempla tu presencia
quieta junto a la mía,
palpa ahora el abril de la tierra,
así surge la vida
como una luz mordiente,
ávida alimentándose
de la carne en que amamos,
como si todo
estuviera esperando
para ser por esta voz, en su esforzada elevación
o historia
en el cielo de América,
como si esta voz
tan siempre sucediendo,
abril sobre los valles,
y lo posible aún nos hospedara,
fuera un inmenso caserón ruinoso,
con su fachada púrpura de tan inverosímil,
y sientes cómo
tocarnos y nacer
pulsan la misma música,
y se nos queda el tiempo en la frontera
del decir,
perpetuo, irredimible,
un solo brote con su fin inscrito,
estación única que deja nuestras voces
rendidas sobre el río,
perdiéndose hacia el sur,
seguras de morar en la corriente.

Blanco territorio














No hay, aquí, por que dar nombre al lugar,
o ceñir al alma el olor
del aire, que apresura al rocío
a levantar su vuelo como pájaro.

Tal vez el aire porte en su vuelo,
acaso, otras edades de la luz,
otras formas de ver
ciego su blanco territorio.
Pues abre su lomo el aire
a cuanto extraño o propio,
mas puro, arde sin descanso,
del crepúsculo a la gracia primera
del sol, a su elemental reverbero,
al esplendor por cuanto aguarda
en silencio y espera, aún, a ser
de alguna forma, acaso, recobrado.



15 de marzo de 2008

Previo a visita médica



Mi cuerpo se me está cayendo, el bruto,
y del lumbar se va partiendo a rumbos
de más tumbar que en círculos concéntricos
un columnar alzar fértil y huevos:

¿entero cáigome, o es sólo este yo
que corpóreo se ríe de que amó
vivir para caer: de que ovulado
amó hasta que se quebró el espinazo?

De tanto ir y venir, las bestias veo
romperse huevos y me excito al ser
de hueso escarcha en llamaradas: piel

tierna en rocío escanciada y reflejo
de mí en ruinas aunque me piense más,
aire, que excita vivir para amar.







Derrúmbome por tumbos, nube el hueso,
discos que alzados me enterizan, dudan:
mi mente túmbase por la columna,
mente cual médula si duda el cuerpo:

te extraño, lácteo nacer de alba azul,
cuerpo en bulbos esperanzados, tú:
mi rosa dermis que te alejas dura,
hoy pergamino, juventud en lluvia;

se derrumba mi columna y mi mente
con ella en discos se ralla y se desprende,
temblor de hueso, temblor de la carne;

presiento la caída: ante mi propio
soplo el ser hoja en piel terrosa; soplo
en los discos y vacío la sangre.








Quiero ser;
qué ganas de existir, como lo hago,
y aun más:
existir de mi cuerpo desbordado;

y siempre en el lenguaje ir creciendo:
placer de la expansión más loca
de un cuerpo de músculo desbordado,
de mí mismo vacío penetrado;

¿qué hacer pues del dolor en mis lumbares,
en la zona de nervios y raíces?
Qué hacer sino asentarme, ya no ser,

para que cesen de actuar y con ellos
cese yo de creerme esto; beber
y respirar me dan el movimiento.