22 de marzo de 2007

EL BOSQUE es un incendio de hojas ciegas,

hoces que profundizan
círculos devastados sobre el oro sombrío.

Estoy quieto, perdido en la maleza.

Ni el viento es una voz,
ni las ramas me nombran.

Miro el tronco de un olmo,
su terca edad erguida
más allá de la muerte.

Ni el viento.

Ni las ramas.

Desnudo estoy,

inmóvil,

como espera la hoja,

sola en el barro gélido
de su putrefacción,

la claridad.



Jose Luis

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