Tan inútil
la palabra tarde,
la palabra regreso,
las palabras
en tus manos exhaustas,
el rumor de los coches
en la calle
dejando el aire solo.
La mañana vendrá
y los geranios ahogarán
sus flores
en la luz más enferma.
Hay cuatro esquinas.
La casa tiene cuartos invisibles
que mancha la memoria,
días que se han colgado de mis venas.
Ahora que tan de cerca nos mira la muerte
me arrodillo en el borde
de tus ojos.
Te llamo con tu nombre olvidado.
Ahora que tan fija
mirada de la muerte,
¿ A quién alumbrarás?
¿A quién meces con tu voz
maniatada en la espera?
Deshabitado cuerpo del que aún nazco,
ausente, sin retorno,
en las facciones de mi sangre
buscan mis manos restos
de tu supervivencia.
1 comentario:
Mientras llueve en París, y el día anochece, caigo en estos versos de Miguel Hernández, que me recuerdan al castillo de Donne y de Thomas:
Pero no moriremos. Fue tan cálidamente /
consumada la vida como el sol, su mirada. / No es posible perdernos. Somos plena simiente. / Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.
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