
Inmensa madre, irascible
engendradora,
efigie sin fin, barro vestido de
figuras.
Si pudiese espirarse el tiempo que bebimos,
volver a respirar
el aire que al nacer, por vez primera,
ingerimos,
mortal o vanamente,
para atraer el vértice del fruto
a la raíz del más fértil olvido.
Allí,
oh madre,
todavía desnudo entre las sombras,
te esperaré.