
Pica el azul de la noche
y el imâm del cielo aparece,
vestido de verdura,
de luminoso verde,
escapado del fino chal
de la líquida lluvia,
como el saludo
de un dios evanescente.
Respondiste a la música,
de música te hiciste,
picaste de la noche
de brillos tan breves;
durante seis horas el cielo
en lluvias se deshizo
y sólo a él le escuché cantar
augurando la mañana,
avahándola desde
el fondo de su pico,
nunca al filo de la voz.
E.O.